Crónica
El altillo de los dioses
La Universidad Javeriana cuenta con gran cantidad de espacios verdes donde los estudiantes pueden recostarse un rato, leer, tomar el sol o simplemente disfrutar de la brisa al abrazo de la naturaleza; lugares como la “playita” en frente del hospital San Ignacio, la zona que queda frente al auditorio Félix Retrepo S.J, las diversas estaciones que se encuentran alrededor de la cancha de futbol y el espacio próximo a la facultad de diseño; todas ellas reciben a cientos de estudiantes cada día que acuden en busca de descanso y de un momento para relajarse.
Pero la universidad trae sorpresas constantes a quienes están dispuestos a descubrirla y explorarla y es así como hace pocos días me encontré, gracias a un feliz accidente, un recoveco oculto tras esos muros grises de colores pálidos que dan amparo a la facultad de literatura y psicología, un lugar lleno de naturaleza, no solo agradable, sino sublime y completamente altisonante con los matices opacos de su entorno.
En un pequeño y reducido espacio, un conjunto de sillas de colores rojos, naranjas y blancas organizadas alrededor de mesas de metal que reflejan el sol de la tarde ,dan forma a las pequeñas islas que se reparten ordenadamente alrededor de un tapete verde que linda con pequeñas baldosas de concreto. Un lugar a la intemperie donde ni siquiera el sol acusante o la lluvia impertinente pueden arruinar la hermosa vista que desde ese altillo paradisiaco se percibe, lugar donde los ojos pueden apreciar la banal y salvaje mezcla de la naturaleza de las montañas con las imponentes moles de concreto, que en medio de su apogeo se unen en una danza divertida y juguetona en la que se borran los contornos entre el ayer y el mañana, el antes y el ahora.
Es así como en medio de un ambiente tan calmado y esclarecedor, el tiempo vuela, se disuelve en el sonido de los pájaros y el vago murmullo de la ciudad, la mente divaga, como si el contacto tan directo con el cielo permitiera que los pensamientos se elevaran sin límite con un talante soñador. Un alto, un respiro, el reencuentro con uno mismo, eso es lo que otorga este mágico lugar, donde los sueños se mezclan con la realidad y los dioses tocan la tierra, un jardín secreto donde nada cambia, todo permanece, el tiempo no se siente y el alma vuela.
Y aunque siempre tengamos que volver a la rutina, la velocidad, el estrés, podemos estar seguros que siempre hay a nuestro alrededor pequeños jardines secretos listos a ser descubiertos, donde aún residen escapes a esta vida turbulenta que nos ha tocado vivir.